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Luis Cabeza de Vaca (1465-1550)
Luis Cabeza
de Vaca debió nacer en Jaén hacia 1465, en el seno de una de las
familias de la oligarquía local, que poseía una capilla en la
antigua catedral gótica. Poco más se sabe de sus posibles estudios.
En el rótulo que se introdujo en su sepultura, se afirmaba que
Cabeza de Vaca era professione theologus, y Jimena Jurado le
reconoce el grado de maestro. Pero más que como teólogo, Cabeza de
Vaca adquirió cierta notoriedad por ser uno de los primeros maestros
del futuro emperador Carlos V. En efecto, en 1505, el archiduque
Felipe encargó al clérigo giennense que enseñase las primeras letras
a su hijo Carlos, entonces sólo duque de Luxemburgo, y así entró
Cabeza de Vaca a formar parte de la Casa del Príncipe.
Nombrado
obispo de Canarias en 1521, fue trasladado a Salamanca en 1530, y en
1537 a Palencia. Allí, Cabeza de Vaca mantuvo una estrecha relación
con el canónigo Alonso Fernández de Madrid, arcediano del Alcor, a
quien nombró provisor y vicario general, y que fue uno de los
principales divulgadores de los escritos de Erasmo en España.
Deseoso de que se conociese mejor la vida de fray Hernando de
Talavera, primer arzobispo de Granada y modelo de prelados, Cabeza
de Vaca comisionó al arcediano la redacción de esta obra. Para
Marcel Bataillon, el encargo de Cabeza de Vaca es prueba del
esfuerzo realizado por los erasmistas españoles por difundir el
ideal de una Iglesia más digna de Cristo, que, en este caso
concreto, perseguía la divulgación de un modelo de vida ascética,
toda resplandeciente de santidad, vida de buen pastor, evocada por
el arcediano con piedad ferviente como claro ejemplo para
edificación de un clero necesitado de profunda renovación interior.
La plena
sintonía de intereses y aspiraciones reformistas de Luis Cabeza de
Vaca y Alfonso Fernández de Madrid se evidenció en el sínodo
diocesano celebrado en 1548, cuyas constituciones fueron impresas en
Palencia, en el mismo año, y la misión que el obispo encomendó al
arcediano nombrándolo reformador de la honestidad de las personas,
casas y trajes.
En la memoria
del arcediano, tal y como la plasmó en la Silva Palentina,
quedó nítidamente impreso el recuerdo de un prelado para el que no
ahorró elogios, ya que se sintió fuertemente identificado con su
ideario de reforma eclesiástica. Sería interesante saber si dos
sobrinos del fundador de la universidad de Baeza, el Dr. Rodrigo
López, obtuvieron sendos beneficios en la catedral de Palencia por
mediación del también giennense Luis Cabeza de Vaca. De ser así,
quedarían patentes los vínculos que el prelado mantuvo con su
diócesis de origen, y especialmente con el grupo de clérigos que,
bajo el magisterio de S. Juan de Ávila, hizo del estudio baezano un
centro de formación intelectual donde el humanismo se tiñó de una
intensa espiritualidad reformista.
Publicaciones de componentes
del Grupo de Investigación:
Martínez Rojas, F. J., "Iglesia y Humanismo en el Jaén
Renacentista",
en M. D. Rincón González (ed.), Doce calas en el renacimiento y un
epílogo. Jaén 2007, pp. 45-109.
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