Las Sierras Subbéticas y el Cambio Global
Las Sierras Subbéticas constituyen un punto caliente de biodiversidad y representan uno de los territorios con mayor biodiversidad de flora en Europa. Se diferencian de su entorno geográfico por su climatología particular y por una elevada presencia de especies endémicas. En este territorio se localizan ocho espacios protegidos que ocupan aproximadamente el 34 % de su superficie, entre ellos los Parques Naturales de Cazorla, Segura y Las Villas, Sierra de Castril, Sierra Mágina y Sierras Subbéticas Cordobesas.
Estas sierras presentan una gran diversidad de hábitats que abarcan desde estepas semiáridas hasta prados alpinos y subalpinos, pasando por matorrales mediterráneos y bosques bien conservados, lo que contribuye a su elevado valor ecológico.
A pesar de su valor, las Sierras Subbéticas se han visto afectadas históricamente a presión ganadera y agrícola, lo que ha generado una marcada fragmentación del paisaje y un elevado nivel de uso antrópico. A estas presiones se añaden diversos procesos asociados al cambio global, como el aumento de la aridez, la degradación de hábitats, los incendios forestales y la expansión de especies invasoras, que ponen en riesgo la conservación de especies y ecosistemas.
Diversos estudios coinciden en que nos encontramos ante una crisis de biodiversidad. El rápido cambio climático y la transformación del uso del territorio en las últimas decadas están provocando un desacoplamiento entre las condiciones ambientales actuales y las necesarias para la persistencia de muchas especies.
Esta situación amenaza funciones ecosistémicas clave como la producción primaria, el secuestro de carbono y la estabilidad de las redes tróficas. También impulsa la desaparición local de especies con mayor capacidad de dispersión y deterioro en aquellas con baja movilidad, que sufren descensos poblacionales, fallos reproductivos y aumentos de mortalidad debido a olas de calor, frío o sequías.
Las consecuencias generan efectos en cascadasobre la estructura y funciones del ecosistema y los servicios que proporciona, como reducción de la producción primaria, disminución de herbívoros y depredadores, redistribución geográfica de especies, incremento de insectos plaga y hongos patógenos, aparición de enfermedades microbianas emergentes, mayor riesgo de incendios y aumento de la erosión del suelo.
Para comprender cómo afectan estos cambios a la biodiversidad del territorio, es indispensable monitorizar de manera sistemática, periódica y a largo plazo la flora, fauna y microbiota, así como las funciones ecosistémicas que desempeñan (p. ej.: tasas de descomposición, producción de biomasa, emisiones y capturas de CO2). Solo mediante este seguimiento continuo es posible relacionar procesos de declive o recuperación con los distintos impulsores del cambio global o con las medidas de gestión aplicadas.